El extraño caso del ladrón de globos
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El extraño caso del ladrón de globos

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A partir de 3 años
El extraño caso del ladrón de globos Había una vez un ladrón muy peculiar que se dedicada a robar los globos a los niños. El ladrón permanecía escondido hasta un niño inflaba un globo y, en cuanto lo ataba, salía corriendo y le quitaba el globo.

Pronto corrió la noticia de que había un ladrón que robaba los globos a los niños nada más hincharlos, así que la gente empezó a tomar precauciones. Niños y mayores se rodeaban de gente para hinchar sus globos y enseguida les colocaban una cuerda que ataban a sus muñecas para que el ladrón no pudiera llevárselos.

-¡Maldición! -dijo el ladrón de globos cuando descubrió lo que estaba haciendo la gente-. Tendré que cambiar de estrategia.

Por aquellos días llegó a la ciudad una caravana de feriantes. Y entre los puestos de algodón dulce y manzanas caramelizadas se colocó un vendedor de globos.

-Esos sí que son buenos globos -dijo el ladrón-. ¡Qué maravilla! ¡Si flotan y todo! Tengo que conseguir unos cuantos.

Pero los globos estaban muy bien atados. Además, el vendedor no se separaba de ellos.

-Se los quitaré a los niños antes de que se los aten a la muñeca -pensó el ladrón.

El ladrón se escondió muy bien y, en cuanto el vendedor soltaba el globo del racimo para dárselo al niño, salía corriendo a la velocidad del rayo y se lo llevaba.

-Esto tiene que acabar -dijo el capitán de policía-. Hay que pensar algo para atrapar a este malhechor.

-Tengo una idea -dijo el agente Ramírez-. El ladrón debe ser bastante pequeño para pasar desapercibido, así he pesando que…. -Y le contó su plan.

-No hay nadie tan grande como para poder llevar a cabo ese plan -dijo el capitán.

-Sin ánimo de ofender, capitán, usted es bastante grande -dijo el agente Ramírez-. Pesa por lo menos 120 kilos, y si le añadimos algo de peso para ayudarle….

-Vale, vale, está bien, Ramírez -dijo el capitán-. Mañana mismo lo haremos.

Al día siguiente, el gran capitán de policía se disfrazó de vendedor de globos y cogió un racimo de globos enorme. Como el que no quiere la cosa, hizo como que se despistaba y enganchó el racimo de globos en un gancho que habían colocado estratégicamente en un banco del parque donde estaban los puestos de los feriantes.

EEl extraño caso del ladrón de globosn cuanto lo vió, el ladrón salió corriendo y cogió el racimo de globos. Pero el racimo tenía tantos globos y el ladrón era tan pequeño que no pudo sujetarlos y salió volando con ellos.

-¡Suelta los globos! -le gritaban desde abajo. Pero el ladrón no estaba dispuesto a renunciar a sus globos, y se fue volando con ellos.

Los policías tuvieron que seguir al ladrón y esperar a que los globos fuera perdieron aire para que el ladrón pudiera aterrizar. Allí lo apresaron y lo llevaron al calabozo.

El ladrón de globos fue condenado a inflar los globos de los niños pequeños hasta que aprendiera a portarse bien. Pero el ladrón estaba tan contento inflando globos que decidió seguir ayudando a los niños. Y así se quedaron todos contentos.
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