El dragón enojón
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El dragón enojón

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A partir de 4 años
El dragón enojón Zimer era un dragón adolescente que vivía con su familia en el foso de un viejo castillo abandonado. La vida de los dragones era ya muy pacífica y relajada desde que se había terminado la edad media y se puso fin a la lucha entre caballeros de armaduras y dragones. Estas criaturas y los hombres habían conseguido estar en paz mediante un acuerdo simple, ninguno de ellos molestaría a los otros.

Así que Zimer, al igual que los otros dragones adolescentes, se ocupaba de divertirse y descansar. Pero Zimer tenía un gran defecto: Zimer era un dragón enojón. Todo lo hacía perder su paciencia rápidamente y estallaba en ira en cuestión de segundos.

Eran muchos los otros animales adolescentes que habitaban cerca del viejo castillo donde vivía Zimer y su familia, así que siempre se cruzaban entre sí cuando salían a pasearse por los alrededores. Y como buenos jovencitos, solían decirse tonterías y hacerse bromas de todo tipo, muchos de ellos se divertían con eso, pero Zimer se lo tomaba a mal, se enojaba mucho y no tenía reacciones para nada amables.

Un día, en uno de sus paseos, Zimer se distrajo con el paisaje y se chocó con un gran árbol; otro dragón que vio el hecho se burló entre risas y le dijo:

—Hey Zimer, ¿qué pasa? Hasta una mosca vuela mejor que tú.

—¿Qué dices? — dijo Zimer mientras su cara se ponía colorada de rabia—. Mira si la mosca puede hacer esto.

Zimer lanzó fuego por su boca, y la llamarada llegó tan cerca del otro dragón que le quemo las pestañas. Este, que ya conocía el mal genio de Zimer, se fue entre risas en vez de molestarse por lo sucedido.

Otra vez Zimer se acostó a dormir junto a la laguna. Mientras dormía, unos cervatillos lo enredaron con algunas cuerdas viejas que encontraron por allí, y luego gritaron con voces desesperadas.

—Vienen los cazadores. ¡Corred!

—¡No, socorro, socorro!— gritó Zimer mientras se levantaba de su siesta sobresaltado. Y obviamente por las cuerdas que tenía enredadas se cayó y no se pudo levantar.

—Ja, ja, ja— rieron los cervatillos—. No hay cazadores Zimer, es solo una broma, ¡qué divertido!

—¡Divertidas sus abuelas! — gritó Zimer enojado mientras lanzaba humo por su nariz.

Los cervatillos se fueron, y Zimer se quedó junto a la laguna, bastante ofuscado y frustrado. Se sentía muy mal por la broma.

—¿Qué sucede Zimer? — le preguntó un viejo búho que había contemplado la escena desde la copa de un árbol.

—Estos tontos cervatillos me hicieron una broma pesada, son unos tontos.

—Zimer, Zimer. Son unos niños, solo se divierten, y siempre hacen bromas.

—Sí, pero a mí me enoja mucho eso.

—¿Eso solo? Zimer, te conozco desde que naciste, y tienes un muy mal genio. Eso únicamente te perjudica a ti— dijo el búho.

âEl dragón enojón€”Sí, es verdad, no me siento bien cuando me enojo, pero no puedo evitarlo.

—Enojarse no está mal, nos sirve para protegernos de ciertas situaciones, como por ejemplo cuando nos faltan el respeto Zimer, pero debes aprender a diferenciar cuando se trata de tonterías o provocaciones sin sentido.

Sin más el ave se retiró volando tras saludar al joven dragón con un guiño.

Zimer se quedó pensando en su conversación con el viejo búho, y sintió que tenía sentido lo que este le dijo. A partir de ese día, Zimer empezó a controlar su ira, muchas veces otros animales del bosque le hicieron bromas, y el dragón enojón, respiró profundo y se rio de ello.

Aunque al principio le costó, cada vez se hizo más fácil y poco a poco, el dragón adolescente aprendió a no enojarse por tonterías, y empezó a sentirse mucho mejor consigo mismo. Zimer logró vencer una de sus mayores debilidades y así paso de ser un dragón enojón a ser un dragón más fuerte.
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