El dedo valiente
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El dedo valiente

Edades:
A partir de 4 años
El dedo valiente En un pequeño pueblo de Holanda, entre campos verdes y canales brillantes, vivía un niño llamado Hans. Tenía solo 8 años, pero era conocido por su gran curiosidad. Le encantaba explorar cada rincón del pueblo, aunque siempre volvía a casa cuando el cielo comenzaba a llenarse de nubes oscuras.

Una noche, cuando el viento soplaba fuerte y las olas del mar golpeaban con fuerza el gran dique que protegía el pueblo, Hans decidió dar un paseo antes de cenar. A lo lejos, el sol se estaba escondiendo, y el aire frío empezaba a sentirse en sus mejillas.

Mientras caminaba cerca del dique, algo llamó su atención. Una pequeña gota de agua se deslizaba por la gran pared de piedra. Hans se acercó más, y sus ojos se abrieron con asombro cuando vio que había un pequeño agujero en el dique. El agua comenzaba a filtrarse, y Hans sabía lo que eso significaba. Si no hacía algo, el agujero se haría más grande, y pronto todo el pueblo estaría bajo el agua.

—¡Debo hacer algo! —pensó Hans, su corazón latiendo con fuerza.

Sin pensarlo dos veces, Hans colocó su dedo en el agujero. Al hacerlo, el agua dejó de salir. El frío del agua le recorría el cuerpo, pero sabía que no podía moverse. Si quitaba el dedo, el agua empezaría a salir de nuevo, y sería un desastre.

La noche cayó rápidamente, y Hans se quedó solo en la oscuridad, con su dedo en el dique. El viento seguía soplando fuerte, y el niño empezó a sentir el frío hasta en los huesos. Pensaba en su cálida casa, en su madre, que seguramente lo estaría buscando, pero no podía dejar su puesto. Sabía que la seguridad del pueblo dependía de él.

Las horas pasaron lentamente. Hans sentía que sus fuerzas se agotaban, pero cada vez que pensaba en el pueblo y en su madre, encontraba el valor para seguir. Finalmente, cuando parecía que no podía aguantar más, escuchó un sonido a lo lejos.

—¡Hans! ¿Eres tú? —gritó una voz familiar.

Era uno de los vecinos del pueblo, que había salido a verificar el estado del dique durante la tormenta. Cuando vio a Hans, se apresuró a su lado y entendió de inmediato lo que estaba sucediendo.

—¡Qué valiente eres, muchacho! —dijo el vecino, corriendo a buscar ayuda.

El dedo valientePronto, más vecinos y el alcalde del pueblo llegaron con herramientas y luces. Trabajaron juntos para reparar el agujero mientras Hans, agotado, pero aliviado, se dejó caer en los brazos de su madre que había llegado corriendo.

—Estoy tan orgullosa de ti, mi valiente Hans —dijo su madre, abrazándolo con fuerza.

Gracias al coraje y la determinación de Hans, el pueblo fue salvado de una gran inundación. A partir de esa noche, todos en el pueblo hablaron del niño que, con un simple gesto, había mostrado que incluso las manos pequeñas pueden hacer cosas grandes.

Y así, Hans se convirtió en un héroe para su pueblo, recordándoles a todos que la verdadera valentía no tiene tamaño.
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