El árbol de las canicas
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El árbol de las canicas

Edades:
A partir de 6 años
El árbol de las canicas Había una vez un bonito jardín lleno de hermosas flores. En el jardín también había muchas plantas exóticas, arbustos frondosos y robustos y curiosos árboles. El más curioso de todos era el árbol de las canicas.

El jardín era propiedad de un hada que lo cuidaba con mimo, especialmente el árbol de las canicas. Pero como era un hada muy buena dejaba que todo el mundo que quisiera pudiera pasear o jugar en el jardín. Solo había una condición: nadie podía tocar el árbol de las canicas.

Pero a los niños no les hacía mucha gracia no poder coger canicas del árbol, con lo que a ellos les gustaban esas pequeñas bolas de cristal.

Un día, el hada pilló a un grupo de niño intentando coger canicas del árbol. Muy enfadada, les dijo:

-¡Alto! Todos sabéis que la condición para jugar en el jardín es no acercarse a las canicas del árbol.

-¿Por qué? -preguntaron los niños.

-Porque es mi árbol favorito, el único que reservo para mí. Comparto todo lo demás con vosotros. A cambio solo os pido que respetéis este árbol.

Los niños se fueron muy tristes de allí. Cuando lo contaron a sus amigos, entre ellos creció el deseo de conseguir una canica. Pero el hada no le perdía ojo al árbol. A pesar de ello, los niños lo intentaban una y otra vez, lo que puso de muy mal humor al hada.

Aprovechando una ocasión en la que el hada se despistó ayudando a una anciana que se había caído en el jardín mientras paseaba, todos los niños en tropel se lanzaron al árbol de las canicas.

El hada, que los vio a lo lejos, tuvo que lanzar un hechizo para repeler a los niños, lanzándoles a varios metros de distancia. Ninguno se hizo daño, pero el acto no pasó desapercibido por todos, que empezaron a sospechar que algo malo le ocurría a aquel árbol.

Desde entonces empezaron a correr todo tipo de rumores. Unos decían que las canicas eran bombas, otros que eran venenosas, otros que te convertían en sapo nada más tocarlas. Hay quien incluso empezó a sospechar que, en realidad, el hada era una bruja malvada que tramaba algo realmente desalmado con aquel árbol.

Poco a poco la gente dejó de ir al jardín, porque la sombra de la duda y del miedo empezó a cubrir sus corazones. Así hasta que llegó el día en el que nadie quiso visitar el jardín.

El hada se quedó muy triste. Ella era buena. Compartía su hermoso jardín con todos y no entendía por qué la gente quería lo único que se reservaba para ella. Pero como no quería quedarse sola decidió coger las canicas del árbol y repartirlas entre los niños.

-No temáis -les dijo el hada-. No os harán nada. Son canicas mágicas, pero no son peligrosas.

Los niños aceptaron las canicas y todo el mundo volvió al jardín. Pero el jardín cada día estaba más y más triste. Las flores empezaron a perder sus pétalos y los árboles sus hojas.

El árbol de las canicas-¿Qué está pasando? -preguntaron todos.

-Es por las canicas -dijo el hada-. Ya os dije que son mágicas. Son las que mantienen el jardín hermoso.

-¿Qué podemos hacer? -preguntaban.

-Hay que esperar a que salgan canicas nuevas en el árbol -dijo el hada.

Todos los niños miraron sus canicas. Se sentían muy culpables por lo que habían hecho.

-¿No se las podemos devolver al árbol? -preguntó un niño.

-Ya no -dijo el hada-. Habrá que esperar.

-Entonces nosotros nos ocuparemos de cuidar el jardín hasta que vuelvan a salir canicas en el árbol -dijo un niño.

Y así lo hicieron. El jardín recuperó su esplendor y, con el tiempo, las canicas volvieron a aparecer en el árbol. De vez en cuando el hada repartía canicas, con cuidado de dejar algunas en el árbol para que siguiera cumpliendo con su función. Y así todos fueron felices en el jardín del árbol de las canicas.
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