Don Leoncio y Don Tigrón
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Don Leoncio y Don Tigrón

Edades:
A partir de 4 años
Don Leoncio y Don Tigrón Don Leoncio el león y Don Tigrón el tigre eran dos viejos amigos que se habían instalado en un lo más profundo de una gran bosque, alejados de los humanos. Años atrás, Don Leoncio y Don Tigrón habían huido de un circo en el que eran maltratados día sí y día también. Aprovechando una vez que el tren en el que viajaban había descarrilado, los dos se escaparon juntos.

Como no querían problemas con el resto de animales del bosque, Don Leoncio y Don Tigrón habían decidido hacerse vegetarianos. Y así vivían en paz con sus vecinos, que les ayudaban llevándoles comida, no siendo que el hambre les hiciera cambiar de idea.

Pero un día algo rompió la paz del bosque. ¡Cazadores, cazadores!, gritaban los animales. ¡Huyamos, huyamos!, decían sin parar.

-Esperad, amigos, huir no es la solución -gritó Don Leoncio-. Irán tras nosotros.

-Don Leoncio tiene razón -intervino Don Tigrón-. Debemos trazar un plan para ahuyentarlos.

-Se me está ocurriendo una idea -dijo Don Leoncio-. Se me está ocurriendo una idea.

Don Leoncio le contó a Don Tigrón la idea que estaba empezando a tomar forma en su mente y, entre los dos, trazaron un plan. Reunieron a todos los animales y les contaron lo que habían pensado.

-Al final tendremos que dejar nuestro hogar igualmente -dijo un ciervo.

-Pero volveremos, os lo aseguro -dijo don Leoncio.

Todos los animales grandes que podían ser una presa interesante para los cazadores emprendieron la marcha tras Don Leoncio y Don Tigrón. Fueron camino de las montañas. El camino se hizo largo, pues tuvieron que rodear a los cazadores para no cruzarse en su camino.

-Rápido, amigos -dijo Don Leoncio-. Los cazadores son muy astutos y pronto encontrarán nuestro rastro. Debes ir lo más deprisa que podamos.

YDon Leoncio y Don Tigróna en las montañas, los animales se distribuyeron estratégicamente. Don Leoncio era el encargado de dar la señal. Esperó a los cazadores estuvieran un poco más cerca y rugió. El rugido de Don Leoncio no era muy fuerte, pues era ya viejecito y estaba cansado. Pero las montañas funcionaron como un gran micrófono, y el pobre rugido de Don Leoncio se convirtió en un terrible y atronador sonido al que se sumaron los de todos los animales que se habían repartido por las montañas.

Los cazadores se llevaron un susto tan grande que salieron huyendo sin mirar atrás. Y no volvieron jamás. De hecho, ninguna persona volvió a pisar aquel bosque, pues la historia corrió y corrió, haciéndose cada vez más grande, haciendo que todos temieran siquiera pensar en acercarse a aquel lugar.
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