Boni, el ciervo presumido
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Boni, el ciervo presumido

Edades:
A partir de 4 años
Boni, el ciervo presumido En el bosque de Rolán vivía un ciervo muy presumido que se llamaba Boni. Estaba todo el día atusándose el pelo, con detenimiento y mimo. Se paraba en cada lugar en el que se pudiese ver reflejado. En los ríos, en las charcas…. Estaba tan centrado en su propia imagen, en su ego, que no prestaba atención a nada más.

Los ciervos son animales herbívoros y a Boni en concreto le encantaban las hojas, las raíces y los tallos. Pero como era tan presumido y solo dedicaba tiempo a acicalarse, prefería que fueran los demás los que les buscasen el alimento. Siempre ponía alguna excusa. Decía que estaba enfermo, muy cansado o que tenía que cuidar de sus ancianos padres. Ni siquiera él mismo sabía cómo lo lograba, pero siempre se las apañaba para tener comida en la puerta de su casa.

Un día, justo antes de la hora de la comida, Boni echó mano de una de sus excusas de siempre para intentar que uno de sus vecinos, un ágil conejo, te trajese unas hojas frescas del bosque.

-Tengo un dolor horrible en esta pata- le dijo con tono lastimero.

-No te preocupes Boni, yo te lo traeré- dijo el inocente conejo.

El conejo se afanó en recoger hojas tanto para él y su familia como para el presuntuoso ciervo. Era nuevo en el bosque, así que no conocía de las artimañas de Boni. Todos los demás animales del bosque ya conocían su caradura y evitaban hacerle favores. Pero el conejo no sabía nada de aquello y, servicial, se prestó a traerle la comida al ciervo. Pero, de la que volvía cargado de hojas, se encontró a Boni en plena sesión de gimnasia.

-¿Pero no decías que te dolía la pata? ¿Cómo tienes tanta cara?- le dijo enfadado.

Boni, el ciervo presumido-Bueno… eh… yo… es que…. - empezó a balbucear Boni.

Ese día, de una vez por todas, todos los animales del bosque conocieron la verdadera cara de aquel presumido ciervo. Todos dejaron de hacerle favores y, como Boni nunca había buscado alimento por sí mismo, no sabía cómo hacerlo. Empezó a pasar mucha hambre y no le quedó más remedio que aprender a valerse por sí mismo. Arrepentido, no solo empezó a buscar alimento para él, sino también para todos los vecinos a los que había mantenido engañados durante tanto tiempo.
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