Asalto al Palacio de Invierno
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Asalto al Palacio de Invierno

Edades:
A partir de 6 años
Asalto al Palacio de Invierno El viento frío de octubre soplaba con fuerza sobre las calles de San Petersburgo. La ciudad parecía susurrar secretos en cada rincón, como si supiera que algo importante estaba por suceder. Las calles estaban llenas de soldados, obreros y murmullos de revolución.

En medio de aquel bullicio, un joven llamado Sasha, de tan solo 12 años, corría con un mensaje importante entre sus manos.

— ¡Rápido, Sasha! —le gritó un hombre mientras le pasaba una hoja—. Debes llevar este mensaje a los nuestros en el Palacio de Invierno.

Sasha asintió y salió corriendo sin pensarlo. No había tiempo que perder. El Palacio de Invierno, imponente y enorme, era el último bastión del antiguo régimen. Los bolcheviques estaban listos para cambiar la historia, y Sasha tenía que ayudarlos.

Al llegar a las puertas del palacio, el caos se apoderaba de la noche. Soldados leales al zar patrullaban nerviosos, y desde dentro, algunos funcionarios corrían de un lado a otro, como hormigas perdidas. Sasha logró entrar sigilosamente, escondiéndose entre las sombras y pasillos, hasta que de repente, en uno de esos giros inesperados, se topó con una niña.

— ¿Quién eres? —preguntó la niña con voz temblorosa.

Sasha dio un paso atrás, sin saber qué hacer.

— Soy... soy solo un mensajero —respondió finalmente—. ¿Y tú?

La niña lo miró con desconfianza, pero algo en sus ojos reflejaba más curiosidad que miedo.

— Me llamo Tatiana. Vivo aquí... mi padre es el comandante Gurov —dijo, casi en un susurro.

El corazón de Sasha latió con fuerza. El comandante Gurov era uno de los líderes defensores del palacio. Su misión estaba en peligro, pero también sabía que aquella niña no era su enemiga.

— ¿Y qué haces aquí, sola? —preguntó Sasha, ahora con un tono más suave.

Tatiana lo miró por un momento antes de contestar:

— Todos están ocupados preparando la defensa. Me dijeron que me quedara en mi cuarto, pero... no quiero. Sé lo que está pasando afuera. Sé que la gente está cansada y sufre. Pero aquí, nadie parece verlo... Me siento como si estuviera en una jaula.

Sasha la observó con atención. No era la respuesta que esperaba de la hija de un oficial, pero sentía que, de alguna forma, la entendía.

— No es fácil afuera, Tatiana —dijo Sasha con una expresión seria—. Mi padre... él ya no está por culpa de estas guerras. Pero estoy aquí porque quiero que todo cambie. Quiero que todos tengan una vida mejor, no solo los que están en este palacio.

Los dos niños se quedaron en silencio por un momento, mientras los ecos de gritos y disparos lejanos comenzaban a llegar hasta ellos.

— ¿Qué pasará si ganan? —preguntó Tatiana, rompiendo el silencio—. ¿Todo será diferente?

— Eso espero —respondió Sasha—. Pero lo que sí sé es que no podemos seguir como estamos. Las cosas tienen que cambiar.

De repente, un estruendo sacudió el palacio. El asalto había comenzado. Sasha miró hacia la puerta y luego de vuelta a Tatiana.

— Tengo que irme —dijo con urgencia—. Pero... tal vez tú también podrías cambiar algo desde dentro.

TAsalto al Palacio de Inviernoatiana lo miró, confundida, pero sintió que algo en su interior despertaba. Quizás él tenía razón. Quizás no se trataba de un bando o de otro, sino de un futuro mejor para todos.

— ¡Sasha! —gritó alguien desde el otro lado del pasillo—. ¡Rápido, ven con nosotros!

Era uno de los soldados revolucionarios que había entrado. Sasha miró a Tatiana una última vez antes de correr hacia el soldado.

— ¡Cuídate! —le dijo antes de desaparecer por el pasillo.

Tatiana, por su parte, se quedó ahí, viendo cómo el palacio que había conocido toda su vida comenzaba a derrumbarse a su alrededor. Pero, por primera vez, no sintió miedo. Sintió esperanza.

Al amanecer, cuando los gritos se calmaron y el humo se disipó, la Revolución de Octubre había triunfado. El Palacio de Invierno, que alguna vez había sido un símbolo del poder imperial, ahora estaba en manos de un nuevo futuro.

Tatiana, parada frente a una ventana rota, vio cómo la ciudad empezaba a despertar a una nueva era. Y aunque no sabía qué vendría después, entendía que algo importante había cambiado. No solo afuera, sino también dentro de ella.
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