A Caleb no le salen las cuentas
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A Caleb no le salen las cuentas

Edades:
A partir de 6 años
A Caleb no le salen las cuentas Miércoles, primera hora de la mañana, prueba de cálculo. Caleb ya tiene dolor de estómago. Tras veinte minutos el maestro pide que los niños se intercambien los papeles. Corrección. Resultado de Caleb: 3 puntos sobre 10.

—Vaya, Caleb, parece que hoy te has superado a ti mismo —se rio Lucas, sentado justo detrás de él.


Las calificaciones de Caleb en cálculo eran siempre muy malas. No conseguía aprobar ningún examen. Pero el niño era demasiado orgulloso como para pedir ayuda.

Un día, el maestro habló con los padres y les dijo que Caleb tenía que ponerse las pilas.

—No se trata solo de aprobar —dijo el maestro—. El cálculo es una habilidad fundamental necesaria a lo largo de toda la vida.

Los padres de Caleb estaban muy desilusionados y preocupados. El niño no sabía qué decir.

—Debes practicar más, hijo —le decía su madre.

—Es que me pongo nervioso nada más ver las cuentas —se disculpó el niño.

—Eso no es excusa —decía su padre—. Si no practicas no conseguirás salir de este atolladero.

A todos les sorprendía que Caleb fuera tan malo con el cálculo. Todo lo demás se le daba bastante bien, aunque algunas asignaturas le costaban un poco más.


Caleb sabía que tenía que hacer algo rápido, de lo contrario fracasaría y seguramente suspendería la asignatura.
Sin embargo, cada vez que se enfrentaba a las cuentas se ponía muy nervioso. Y no perdía oportunidad para dejarlas sin hacer. Muchas veces incluso ponía los resultados al azar, pensado que esforzarse tampoco tenía mucho sentido si, al final, el resultado iba a ser erróneo.

Hasta que un día Caleb se miró en el espejo y se dijo a sí mismo:

—Basta ya de derrotismo. No saldré de la habitación hasta que no haga bien las cuentas. Comprobaré el resultado con la calculadora y, si está mal, volveré a repetir hasta que me salga bien.

A la hora de cenar, el padre de Caleb fue a buscarlo.

—No he terminado todavía —dijo Caleb—. Pero me he prometido a mí mismo no salir hasta que todo esté bien.

Caleb le contó a su padre lo que estaba haciendo.

—¿Qué te parece si te echo una mano? —preguntó su padre.

—Puedo yo solo —dijo Caleb.

—Tal vez si me explicas cómo haces las cuentas encontramos el problema y le podremos poner remedio —dijo su padre.

A Caleb no le salen las cuentasCaleb aceptó la propuesta. Estaba demasiado cansado y hambriento para buscar excusas.

Su padre le ayudó a comprender qué pasaba cuando hacía las cuentas qué le fallaba. Unas veces se olvidaba de la que se llevaba, otras confundía los resultados de las multiplicaciones. Y lo que le hacía perder mucho tiempo era recordar el resultado de sumar 8 más 5, 7 más 4 o 6 más 7. No había manera, siempre acababa haciendo la cuenta con los dedos.

Una vez descubierto el problema fueron a cenar. Mientras recuperaban fuerzas, el papá y la mamá de Caleb fueron improvisando estrategias para que el muchacho pudiera superar esos problemas.

Y así, en apenas un par de semanas, Caleb se convirtió en un auténtico rey del cálculo.
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