El molino de viento
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El molino de viento

Edades:
A partir de 8 años
Valores:
El molino de viento Había una vez un molino de viento que presumía en la cima de un cerro, y decía:

No es que sea orgulloso, es que soy muy ilustrado, por fuera y por dentro. El sol y la luna me enriquecen, tanto por dentro como por fuera. Y gracias a las velas, lámparas y bujías que poseo no me falta de nada. Nadie puede negar que soy un ser inteligente y perfecto. Tengo en el pecho una rueda, y cuatro alas sobre la cabeza, debajo del sombrero. Las aves, en cambio, poseen sólo dos, y las llevan en la espalda.

De nacimiento soy holandés, como bien denota mi porte; un holandés volante que figura entre los seres sobrenaturales, y, con todo, soy perfectamente natural.

Tengo una galería alrededor del estómago y una vivienda en la parte inferior en la que habitan mis pensamientos. Al más fuerte de ellos, el que manda y domina, lo llaman los demás el molinero. Ése sabe lo que se trae entre manos, y está muy por encima de la harina y la sémola.

Sin embargo, tiene a su compañera, la molinera. Ella es el corazón, y no corre sin ton ni son de un lado para otro, pues ella sabe lo que quiere y lo que puede. Es suave como una leve brisa, y fuerte como un vendaval; es prudente y logra imponer su voluntad. Es mi sentido de la suavidad, el padre es el de la dureza. Aunque son dos, forman una sola persona, y entre ellos se llaman mi mitad. Tienen hijos: pequeños pensamientos que crecerán.

No hace mucho me sentía deprimido e hice que el padre y sus oficiales revisaran mi mecanismo y la rueda que tengo en el pecho. Quería saber lo que me ocurría, pues algo en mí no marchaba bien. Es importante cuidarse. Los pequeñuelos metieron un ruido infernal, cosa muy molesta cuando se vive en la cumbre de una colina. Hay que contar con que todos te ven, y no se debe despreciar la opinión pública.

Pero, como iba diciendo, los chiquillos cometieron una de de sus travesuras. El más chiquitín se me subió sobre el sombrero, y armó tal alboroto que me daba cosquillas. Los pensamientos chicos pueden crecer, lo sé por experiencia. Y de fuera vienen también pensamientos, y no precisamente de mi linaje, pues no veo a ningún pariente en todo lo que alcanza mi vista. Estoy sólo. Pero las casas sin alas, donde no se oye el girar de la rueda, tienen también pensamientos que vienen a reunirse con los míos y se enamoran unos de otros, como suele decirse.

No sé si me ha venido de dentro o de fuera, pero ha habido un cambio en mi mecanismo. Es algo así como si el padre hubiese cambiado su mitad, como si hubiera venido un sentido más dulce aún, una compañera más amorosa, joven y buena y, sin embargo, la misma, pero más dulce y más piadosa a medida que pasa el tiempo.

Van y vienen los días, cada vez más claros y alegres, hasta que llegará uno en que todo habrá terminado para mí, aunque no del todo. Me derribarán para reconstruirme, nuevo y mejor. Desapareceré, pero seguiré viviendo. Seré distinto y, no obstante, seré el mismo. Esto me resulta muy difícil de comprender, pese a ser un ser tan ilustrado iluminado por el sol, la luna y las lámparas que poseo. Mis viejas paredes y habitaciones volverán a alzarse de entre los escombros.

El molino de vientoAl menos espero conservar mis antiguos pensamientos: el molinero, la madre, los mayores y los chicos, la familia, todo el conjunto de pensamientos, que ya me es imprescindible. Y tengo que seguir también siendo yo mismo, con la rueda en el pecho, las alas sobre la cabeza, la galería en torno al estómago. De otro modo no me reconocería, y tampoco me reconocerían los demás, y no podrían decir: Ahí tenemos el molino en la colina, tan apuesto pero nada orgulloso.

Todo esto dijo el molino, y muchas cosas más. Y vinieron los días y se fueron, hasta que llegó el último. Estalló un incendio en el molino el fuego lo devoró todo. Se desplomó el edificio, y no quedó de él más que un montón de cenizas. De él se levantaba una columna de humo, que el viento dispersó.

Pero lo vivo, vivo quedó. La familia del molinero, un alma con muchos pensamientos, se construyó un molino nuevo y hermoso, de aspecto exactamente igual al anterior, por lo que la gente decía: Ahí está el molino de la colina, altivo y apuesto.
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