El gigante egoísta
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El gigante egoísta

Autor:
Edades:
A partir de 8 años
Valores:
El gigante egoísta Había una vez un jardín que pertenecía a un gigante. Aprovechando que el gigante se había ido a pasar una temporada con su amigo el ogro los niños iban a jugar al jardín. Pero un día el gigante regresó y los descubrió.

-¿Qué hacéis en mi jardín? -gritó el gigante, enfurecido-. He vuelto a mi castillo para tener un poco de paz y de tranquilidad. No quiero oír a niños revoltosos a mi alrededor. ¡Fuera de mi jardín! ¡Y que no se os ocurra volver!

Los niños, asustados, huyeron lo más rápido que pudieron mientras oían gritar al gigante con voz de trueno:

-Este jardín es mío y de nadie más. Me aseguraré de que nadie más lo use.

El gigante levantó un muro y puso una verja para evitar que los niños volvieran por allí. Todos los días los niños miraban entre los barrotes el jardín y luego se marchaban tristes a buscar otro lugar donde jugar.

Pasó el invierno. Cuando la primavera volvió toda la comarca se llenó de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del gigante permanecía el invierno todavía. Los pájaros no cantaban y los árboles se olvidaron de florecer.

-La primavera no ha querido venir a mi jardín -se lamentaba una y otra vez el gigante.

Una mañana en la que el gigante se había quedado en la cama de pura tristeza se oyó en el jardín el canto de un pájaro. El gigante se acercó a la ventana y se llenó de alegría. La nieve y la escarcha se habían ido y todos los árboles, que estaban llenos de flores, tenían algún nido en sus ramas. Los niños, que se habían colado por un agujero del muro, se habían subido a las ramas de los árboles y jugaban tranquilamente allí.

Solo un niño que no había conseguido subir a ningún árbol lloraba amargamente porque era demasiado pequeño y no llegaba ni siquiera a la rama más baja del árbol más pequeño.
El gigante sintió compasión por el niño y bajó para ayudarle. Mientras bajaba las escaleras pensaba:

-¡Qué egoísta he sido! Ahora comprendo por qué la primavera no quería venir a mi jardín. Derribaré el muro y dejaré que los niños vengan a jugar y lo disfruten.

Cuando los niños vieron al gigante llegar se asustaron y se fueron corriendo por donde habían venido mientras el invierno volvía al jardín. Sólo quedó el pequeño, que no había oído al gigante entre tanto llanto.

El gigante tomó al niño en brazos y le dijo con dulzura mientras lo colocaba en una rama de un árbol cercano:

-No llores.

De inmediato el árbol se llenó de flores. Entonces, el niño abrazó al gigante y lo besó.

Cuando los demás niños comprobaron que el gigante se había vuelto bueno regresaron corriendo al jardín y la primavera volvió con ellos.

Pasó el tiempo y el gigante no volvió a ver al niño que había ayudado.

-¿Dónde está vuestro amiguito? -preguntaba todos los días el gigante.

Pero los niños no lo sabían. El gigante se sentía muy triste, porque se había encariñado del pequeño. Solo ver jugar a los niños y compartir con ellos sus juegos le había feliz.

Con el paso de los años el gigante se hizo viejo, tanto que llegó un momento en el que ya no pudo jugar con los niños.

UEl gigante egoístana mañana de invierno, mientras el gigante miraba por la ventana de su dormitorio, descubrió un árbol precioso en un rincón del jardín. Las ramas doradas estaban cubiertas de delicadas flores blancas y de frutos plateados. Para sorpresa del gigante, debajo del árbol se hallaba el pequeño.

-¡Por fin ha vuelto! -exclamó el gigante.

Muy contento, el gigante fue hasta donde se encontraba el niño. Pero al llegar junto a él se enfureció:

-¿Quién te ha hecho daño? ¡Tienes señales de clavos en las manos y en los pies! Por muy viejo y débil que esté, mataré a quien te haya hecho esto.

Entonces el niño sonrió con dulzura y le dijo:

-Calma. No te enfades y ven conmigo.

-¿Quién eres? -susurró el gigante, cayendo de rodillas a sus pies

-Hace mucho tiempo me dejaste jugar en tu jardín -respondió el niño-. Ahora quiero que vengas a jugar al mío, que es el Paraíso.

Esa tarde, cuando los niños entraron en el jardín para jugar con la nieve, encontraron al gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir plácidamente y estaba entero cubierto de flores blancas.
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